(publicado en el blog de banquete.org)
Nos hemos referido a la progresiva inflación de la idea de red en casi todos los textos y comentarios que aquí se vienen volcando, y ello nos debe hacer plantear definitivamente hasta qué punto esta inflación tiene una verdadera incidencia en nuestro proyecto creativo por un lado y en nuestra vida por otro, si es que ambos polos son disociables.
La influencia de la idea de red en el proyecto artístico tuvo como primer escollo la necesidad de negociar con cierta ansiedad creativa surgida de la fascinación por las nuevas posibilidades tecnológicas; algo que nos hizo olvidar en los años 90 algunos aspectos del trabajo colectivo, hasta que dimos sentido político a la red. En cierto modo esta situación de ansiedad vinculada a “los últimos avances, las nuevas versiones, lo último de lo último”, también nos separó de la calle.
Tuvo que pasar bastante tiempo para que comprendiéramos que el determinismo tecnológico en las artes visuales trabajaba en connivencia con el “boom del mercado”, y que en realidad todo aquello no era más que un mecanismo disuasorio y narcótico para el activismo, que se replegó donde siempre, en las comunidades. La red tiene estas cosas, las comunidades se forman por afinidad de intereses, no hay acceso a lo que dice el otro, a la alteridad, en donde también se libra la batalla…
Esta situación (y sigo hablando de los 90), nos hizo ver la producción cultural en un nuevo estadio, pero todo esto sucedía cuando las estructuras de las políticas culturales con las que teníamos trato estaban todavía amoldándose a los nuevos mecanismos de la administración, o mejor dicho, cuando la burocracia administrativa de la cultura entraba en el túnel del que ya nunca ha salido para olfatear la vida cotidiana. La idea de producción que nos quedó tras haber probado las nuevas tecnologías no era ya la misma que la del arte objetual, formalista o museizable al que se atendía desde la institución y esta ruptura hizo aún más grande el hueco por el que se venían esfumando los ideales de un proyecto liberador, que en otros tiempos, según nos han contado, se llamó vanguardia.
Hoy “producir” es también comunicar, o dicho de otro modo, podemos llamar “producción” a aquellos procesos de comunicación capaces de concitar acción más allá de la opinión. Cuando esta producción es -producción de pensamiento-, la idea de red, tanto o más que la propia red, ha supuesto un fenómeno capaz de unificar ideas, distribución y difusión. Lo pudimos ver en la determinante presencia del “universo blog” y en la transmisión de noticias al margen de la versiones oficiales, etc; también en muchas de las iniciativas de divergencia cultural o anti-sistema que hemos conocido, pero igualmente en toda una suerte de acciones y experiencias surgidas de la creación de nuevos espacios comunicativos (web-radios, telestreets, la idea expandida de “emisión” que algunos hemos intentado desarrollar…). Lo vivimos con la guerra de Irak, con el problema de la vivienda (“V de vivienda”), con la caída progresiva de algunos tabúes políticos como la monarquía…(¿cómo hablar de red, cuando la telaraña cubre la ridícula corona?).
Pero cuando el producto va más allá de la mera difusión de las ideas, cuando precisa de apoyo logístico para llegar a un determinado público en formatos audiovisuales o en publicaciones vemos cómo las distribuidoras pertenecientes a los grandes grupos mediáticos trabajan con una red inabordable e infranqueable. En este sentido, las experiencias de producción y distribución de materiales culturales alternativos se convierten en la punta de lanza o en verdadera nueva vanguardia. Redes que precisan de nodos complejos, llamados también recursos económicos.
Si como decíamos, la imagen de la red en su sentido más amplio, aparece sometida a una galopante tumefacción, sugiriéndonos infección o enfermedad, significaría que hay que buscar en ella niveles de conexión que no se ciñan al mercadeo de las ideas, sino a un dispositivo capaz de desplazar el nódulo de la presión allí donde corresponda en cada caso. Se trataría de volver a repensar en términos de estrategias y de tácticas, se trataría simplemente de, al menos, seguir pensando sobre todo ello, sobre el modo de recuperar su sentido y su eficacia para nuestro proyecto…
Cómo dice Eduardo Subirats en una reciente entrevista publicada en el suplemente cultural Mugalari (diario Gara): “la disolución del proyecto moderno está confluyendo con un nuevo totalitarismo electrónico” y ante esta situación vuelve a reclamar la necesidad de plantear alternativas de orientación, el papel del intelectual comprometido, la reflexión colectiva…
Pero como siempre, todo parece acabar en la crítica teórica, en la toma de conciencia, en la reflexión. Y así, las preguntas de siempre se agolpan en la puerta de la red: ¿Dónde actuar realmente? ¿Dónde se encuentra la grieta del sistema por la que colarnos todos con nuestro arsenal de reflexiones dispuesto para ser aplicado definitivamente?.
Crítica de la crítica que aparece justamente en el bucle que produce la red al enredarse con sus propias definiciones…
El otro aspecto que citaba al principio, el de cómo esta inflación de la idea de red influye también en nuestra vida, lo dejo para otro post. Solo diré que se me hace extraño hablar de red en este banquete, con todo el eco que produce el término, y tener la sensación de no poder compartir mesa y mantel con más gente; no me gustaría que esto pareciera un festín restringido…
Una última cuestión que no quiero que se me escape. Se ha hablado en este blog de tipos de redes y sobre este tema quisiera traer hasta aquí un texto que me parece indispensable y que tuvimos la suerte de publicar en el catálogo resumen de la QUAM 07, dirigida por Fundación Rodríguez. Se trata de: “Ecosistema red: nodos que convergen y organismos vivos”, de Tere Badia. Texto que corresponde a la conferencia leída en el Castell de Montesquiu durante la QUAM’07, el 8 de julio de 2007. Este texto puede encontrarse en: http://www.h-aac.net/
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