Publicado en Mugalari, Gara 16/02/09
La competencia existente en todos los ámbitos profesionales alcanza hoy en el mundo del arte una condición a veces desconcertante. El reconocimiento, la influencia y la calidad no van siempre unidas y ello genera numerosas discordancias. Mientras, en ese mismo territorio de la creación, otras propuestas se confían al trabajo colectivo o a la fuerza del anonimato.
Por supuesto, el análisis de esta relación paradójica entre lo que tiene éxito, lo que tiene valor y lo que verdaderamente aporta algo nuevo al arte tiene un largo recorrido que se extiende por los cruces entre el reporte histórico y la perspectiva crítica, además de exigir algo más de tiempo y de espacio del que aquí disponemos. Pero hay algunas informaciones recientes que nos pueden servir como excusa para comentar estas relaciones, porque entre lo que es el mercado del arte y el arte, entendido éste como fuerza de creación, cada vez se abren más zanjas y aparecen cráteres de mayores dimensiones.
Cuando este artículo vea la luz se habrán realizado los primeros balances de la edición de Arco 09 y aunque todavía se estarán cerrando tratos, será momento de poder analizar ya algunos resultados. Básicamente tendremos cifras, índices, cantidades, todo ello desde el enfoque económico en que trabaja la feria, ahora más decididamente que nunca.
Recientemente se ha publicado “100 artistas españoles” (Exit Publicaciones) en donde 28 expertos coordinados por la editora, crítica y comisaria Rosa Olivares han escogido a los y las artistas más destacados del momento. Pronto sabremos si su publicación, pocas semanas antes de la feria madrileña, ha resultado ser una baliza eficaz para compradores desorientados o indecisos. Pero lo más interesante ha sido sin duda el análisis “en corto”, la chismología que ha proporcionado, el caldo que ha venido a suministrar en los pasillos del IFEMA, sin desdeñar otro tipo de observaciones como el verdadero sentido de este campeonato, sus reglas de juego y el estado de forma del equipo arbitral. Del listado se desprende la escasa presencia de mujeres, la vinculación de todos los nombres con galerías influyentes y el hecho de que todas las firmas hayan tenido una o varias exposiciones recientes con importante cobertura mediática, lo que confirma la importancia de exponer mucho y grande para poder estar en “el candelabro”. Las trayectorias que no sigan el paso marcado por el frenético ritmo del circuito y que no cumplan ciertos hitos como llegar a determinadas plazas y citas, así como contar con los avales adecuados, tampoco aparecerán reflejadas. Las experiencias colectivas tampoco son tenidas en cuenta, siempre han resultado ser un cortocircuito en las relaciones con la institución artística. (Por cierto, de la lista 17 son vascos y 5 son vascas). De modo que los análisis sobre quién sobra y quién falta o las cábalas sobre quién señaló a quién resultan ser una anécdota, morbo incluido, que consigue simplificar al máximo el panorama de los y las artistas, ¿para qué la complejidad de la obra de arte y del artista si es suficiente con un nombre y el puesto que ocupa en el ranking?
En un sentido que podríamos definir como antagónico, se celebró el pasado mes de Diciembre en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona unas jornadas organizadas por el colectivo “Espai en blanc” sobre “la fuerza del anonimato”, en las que se apuntaba que el mundo del arte, y de la creatividad en general, cada vez está más abierto a procesos de relación y de conectividad anónimas. El foro en cuestión prestaba atención a esta renovada atracción por la experiencia del anonimato, por los procesos de sustracción colectiva al nombre, al rostro, y en definitiva, a la firma. Situaciones que “nos dicen algo importante sobre la dificultad de pensar y experimentar hoy lo común”. Estos posicionamientos, tiene su razón de ser en todo un panorama “dominado por la lógica identificadora del control” (no hay que olvidar que los textos comenzaron a tener autores cuando fueron susceptibles de ser castigados; no constituían bienes, sino acciones por las que el autor era responsable ante la ley), y “por la lógica diferenciadora del multiculturalismo”. De modo que ser anónimo ya no es solamente ser víctima de la uniformización y de la pérdida del rostro, sino que puede ser una puerta abierta a la libertad.
La historia nos descubre cantidad de obras de arte de las que ignoramos el autor, porque no se considera lo más importante o porque simplemente no se conoce, o nos recuerda la profusión de la anonimia que, por unas u otras razones, existe (incluso) en ciertos momentos del relato histórico del arte. En cambio, hoy en día, el prestigio del individuo y de los nombres propios llega a tal extremo que conocemos o “nos suenan” muchos nombres de autores actuales de los que ignoramos totalmente sus obras.
La estela de la producción colectiva, nos dejaría también aquí buenos ejemplos de cómo esa “muerte del autor” ha proporcionado a la vanguardia algunos de sus momentos más significativos, una circunstancia que conecta perfectamente con el momento presente, a la luz del cambio de paradigma en la producción cultural.
Quedaría por conocer la opinión del, en este caso, sujeto pasivo del ranking: ¿Están de acuerdo los artistas con este juego? ¿Lo están sólo los mejor clasificados?
Posiblemente ambos extremos, el de la firma como valor de cambio ocupando el epicentro del mundo del arte y el del anonimato como pequeña señal recogida por el sismógrafo de la creatividad actual, no estén tan distantes (aunque es preciso señalar que si son los artistas quienes encuentran las relaciones y los puntos de encuentro entre lo distanciado, son también quienes sustraen experiencias de lo social para presentarlas como suyas en el terreno codificado de la institución artística).
Pero probablemente entre ambos haya un cierto grado de correspondencia, una comunicación interna a través de las múltiples formas que adquiere la creación grupal o asociativa y de las colaboraciones cada vez más frecuentes entre artistas, pero sobre todo a través de proyectos que propicien la superación del sistema de relaciones que convierte a esos territorios en distantes. Prácticas de estas características con capacidad de asumir un trabajo político, permitirían descubrir un nuevo objeto de experimentación que viniera a superar esas zanjas o cráteres de que hablábamos, liquidando el sentido de aquellos mecanismos de tipificación, clasificación y categorización cuyo objetivo nada tiene que ver con un verdadero impulso al ámbito artístico, que nada tiene que ver con el apoyo a los artistas.
2 comentarios:
gracias fito (con minuscula!) que siemepre iluminas :-)
Buen artículo, Fito. Firmaría esto como anónimo, como apoyo a lo que dices, pero ya sabes que las opiniones sin firma no tienen tanto valor ;-)Por otra parte, una opinión no es arte. Todavía...
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