M.P.

Publicado en Mugalari, Gara 8/05/09

La búsqueda de un lugar en el inhóspito territorio de las artes visuales llevó a M.P. a observar con distancia crítica su propio trabajo, el contexto en el que se registraba, así como el cruce de sus intenciones con la realidad del panorama local. Acababa de dejar atrás una universidad sacudida por la fuerza de un trámite complejo y pertinaz, atada por nudos de distintas y retorcidas problemáticas y en la que sólo el trabajo de algunos buenos maestros le habían demostrado que era capaz de intentarlo todo. Los museos quedaban lejos de sus intereses, pero su valor simbólico seguía siendo fundamental. Por un lado constituían la institución a derribar, mientras por otro lado se podía disfrutar y aprender siempre de su oferta con distintas dosis de desconfianza. En el extremo opuesto, la escena local ofrecía diferentes posibilidades que exigían una dedicación sincera, pero que no podía ser infinita; capaz de aportar el conocimiento y la emoción que no existían en otros lugares, pero sometida a una precariedad agotadora en la que crecer se hacía demasiado difícil.

Aquellos espacios de producción de los que había oído hablar con entusiasmo parecían ahora dar muestras de alejamiento progresivo, de vuelta a un orden antiguo. Las salas y los espacios institucionales en los que todavía era posible tener noticia de la realidad creativa internacional veían su futuro siempre en vilo porque no eran del agrado del gran público o porque no eran rentables para la imagen de los políticos, necesitados urgentemente de que el arte y la belleza se entendieran como una sola cosa para poder redimir así sus tribulaciones.
El panorama resultante de esta observación permitió a M.P. tomar algunas decisiones sobre su práctica artística y sobre su vida, que en realidad seguían siendo lo mismo. La primera decisión fue prometerse que estuviera donde estuviera recordaría la libertad con la que había obtenido esta fotografía de su entorno.

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