Excepcional

Publicado en Mugalari, Gara 3/06/09

Ciertas inercias de la actividad artística y cultural acaban siendo el resultado de una exposición prologada a las emisiones de las grandes centrales nucleares de la comunicación, como han sido la tecnología, la industria (también cultural) y, más recientemente, la innovación. Se trata de grandes construcciones, abrumadores tótems tallados a base de un marketing de aleación sospechosa, cuya influencia se cuela en las transversalidades y las hibridaciones del arte con asombrosa eficacia. El arte es así de poroso hoy en día. Por ejemplo la ansiedad creativa surgida de la fascinación por las nuevas posibilidades tecnológicas hizo olvidar aspectos como el trabajo colectivo, hasta que dimos un sentido político a la red. La absoluta persuasión de la imagen en todos los órdenes de la creación contemporánea nos hizo pensar por qué se denominan como culturales algunas actividades en las que el pensamiento estaba ausente. De la innovación ya se ha hablado demasiado por lo que resultaría contradictorio seguir haciéndolo, no sería nuevo; aunque se ha hecho indispensable en los miles de informes culturales que circulan por nuestro país. Pero quizá una de las cuestiones más evidentes y en la que se deja notar esa inercia, ese sometimiento al influjo del tótem, es en la idea de que las actividades artísticas y culturales han de estar dotadas de un carácter extraordinario con respecto al conjunto de los ámbitos del trabajo y de la vida. Como si se tratase de un reducto, entendido como un espacio simbólico, este mundo de la creación puede llegar a ser ese lugar especial en el que se permiten ciertas cosas (algo así como una reserva protegida). Cuando reclamamos el arte y la cultura como un espacio de libertad no caemos en la cuenta de que esta reclamación conlleva excepcionalidad. Y corremos el peligro de caer en la trampa que suelen ser algunas excepciones.
Para salir de la reserva habrá que ver cómo cargarse el tótem de un modo innovador.

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