La Restauración
Publicado en Mugalari, Gara 19/02/10
La obra los hermanos Roscubas, titulada Super Héroe Euskalduntzarra, está siendo restaurada en Artium a la vista del público. La iniciativa, que se enmarca dentro del programa LEM (Laboratorio de Experiencias Museográficas), nos habla, entre otras muchas cosas, de la posibilidad de nuevos formatos expositivos.
Como toda iniciativa que se aparte de lo que es una muestra convencional, la experiencia que podemos ver en el Museo Artium de Gasteiz quizá precise de la introducción de una serie de datos previos. Vicente y Fernando Roscubas restauran a la vista del público una escultura de finales de los 70 que han donado a Artium. La pieza, que es fiel al carácter iconoclasta de los autores bizkaitarras, conecta y trae a la memoria un periodo creativo caracterizado por la necesidad de sacudirse clichés y normas, centrado en la búsqueda de nuevos horizontes no solamente expresivos, sino también sociales y políticos.
Desde este punto de vista la pieza “Super Héroe Euskalduntzarra” (malabar lingüístico en el título), puede ser entendida como una buena muestra de ese intento de transformación del arte vasco que siguió a la llamada Escuela Vasca, o al menos, recoge el espíritu de un posicionamiento alternativo y desmitificador. La experiencia, que muestra al público el proceso de restauración de esta pieza en tiempo real ya que los autores y sus colaboradores ocupan las salas del museo para llevar a cabo su labor, se enmarca dentro de un programa prototípico denominado “Praxis”. Dicho programa que surge como taller experimental pretende ser un “módulo alternativo a la programación anual” y “pretende que el artista tenga un rol mucho más activo y acabe con la preponderancia actual de la obra de arte frente al artista sujeto”. La iniciativa, que quiere servir de campo de pruebas, se cifra en la máxima contracultural “Do it yourself” (háztelo tu mismo), que resulta ser un posicionamiento bien socorrido en tiempo de crisis, pero que sin duda necesitará de recursos estructurales, comunicativos, y también presupuestarios, para que adquiera rango de actividad museística. Porque si bien las disolución entre baja y alta cultura es ya un lugar común en todos los discursos actuales de la producción cultural, lo cierto es que el museo sigue teniendo un rol definido y sigue siendo un lugar codificado en donde las cosas cambian de signo y de significado nada más tocar sus muros. Sería bueno por tanto que la iniciativa, que parece más bien resultado de una “economía de guerra”, obtenga un compromiso con la programación y pueda crecer en un entorno como el de la institución museística.
Pero aquí no acaba todo. Se puede decir que “Praxis” pertenece, o al menos surge, en el ámbito de un programa más amplio y no menos ambicioso, denominado LEM, Laboratorio de Experiencias Museográficas, con el que ARTIUM pretende implantar determinados aspectos del entorno de la investigación e innovación para aplicarlos en el ámbito del centro-museo. Por tanto, una complejidad en la estructura de la programación que abre muchas posibilidades para la redefinición de la labor y del sentido del propio museo como dispositivo cultural; que supone efectivamente un riesgo desde el punto de vista de la transmisión de información y de la gestión de contenidos de cara al público, ya que resulta ser exigente para el usuario, pero que debe servir como test para empezar a mirar el museo desde dentro, desde fuera y desde perspectivas que hasta ahora no se habían tenido en cuenta. Así que bendita complejidad si realmente esta exigencia nos sitúa en nuevos territorios de relación con el arte y con sus políticas.
Super héroe ecuestre
La escultura de los Roscubas es una obra inacabada fechada en 1979 que representa con trazos grotescos una figura ecuestre. El jinete, de rasgos deformes viste ropa de trabajo y albarcas, porta una azada, un kaiku, capucha negra en la cabeza y va sentado sobre una ikurriña a modo de silla.
La escultura realizada en fibra de vidrio, material que se alejaba de los usos de la escultura del momento, resulta inquietante y paródica, cómica pero todavía hoy, turbadora. Sobre todo al verla en la mesa de operaciones, una situación que añade connotaciones de todo tipo a la instalación resultante, ya que se diría que en el fondo lo que acontece en la sala de exposiciones es una revisión del sentido crítico que la obra aportaba al debate existente en aquella época sobre el rumbo del arte vasco. ¿Podemos pensar que se trata de restaurar hoy aquellas actitudes? De modo que, si la complejidad en la que se da esta muestra y que antes intentábamos explicar refiriéndonos a las experiencias museísticas en las que se inscribe exige un plus de atención, el resultado escenográfico, la puesta en escena con la pieza de Roscubas como eje, nos sitúa igualmente ante un aparato expositivo singular.
El dispositivo de exposición se completa con una serie de documentos y obras cuya labor es poner en contexto la escultura en restauración y aportar datos sobre el ámbito histórico, social y creativo del momento en que se realizó. Siendo interesante esta idea de abrazar la obra a su tiempo, la selección de documentos y obras se antoja difícil, ya que por un lado no puede hacer sombra al verdadero foco de atención, pero por otro se echan en falta datos que lleguen a transmitir convenientemente todo esa atmósfera crítica que describe el folleto editado para la ocasión. Sin embargo, en la fricción de todos estos aspectos como son la obra, el proceso de restauración, el contexto, la edición del fanzine que acompaña la muestra, etc… encontramos una nueva y poderosa fórmula de mostrar, exponer y re-contextualizar. De hecho, el valor de este experimento es precisamente ese, hacer llegar el experimento al museo.
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