Tiempos

Publicado en Mugalari, Gara 12/02/10

Seguramente una de las cuestiones más determinantes pero menos tenidas en cuenta en todo lo que toca a las políticas culturales es la gestión de los tiempos. Los ritmos, las fases, las pausas, la sincronía o la colisión con lo contemporáneo y con lo contextual son aspectos que influyen directamente en los resultados. Se diría que sólo hay dos modos de trabajar en la cultura. Un modo tiene que ver con un perpetuo suspenso de la actividad, un tenso “stand by” amarrado a las agendas políticas de los partidos y de los gobiernos, en el que muchas dinámicas acaban fermentando y pasando a formar parte de un cajón olvidado.

Otro modo es el trabajo llevado a cabo desde una urgencia desbocada, impulsada por la necesidad de un titular en prensa; una política cultural multiusos, un comodín en la pantalla de comunicación de los gobiernos que va ganando protagonismo y que pasa por ser la primera etapa de un uso utilitario de la cultura.
Los mejores resultados de nuestro entorno los encontramos en la trayectoria de creadores que han aprendido a gestionar los tiempos de su proyecto artístico, así como en aquellas propuestas independientes de gestión que han sabido “leer” los tiempos de su actividad. A veces se trata simplemente de una buena gestión de la visibilidad.
Ante este desajuste en todos los usos horarios de la actividad cultural, el “jetlag” se impone como clima de relación en un contexto bloqueado que, paradójicamente, es resultado de una maquinaria que no cesa.
Sabemos por experiencia que es inútil intentar sincronizar los ritmos en este territorio de la cultura, pero habrá que preguntarse si es posible crear zonas francas en donde poder “tirar el reloj al agua” para encontrar puntos de encuentro y áreas de descanso en las que intercambiar mensajes. Pero antes de eso hace falta una pausa activa en la que reconocernos. Quizá sea cuestión de tiempo.

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