Publicado en Mugalari, Gara 26/03/10
Es el momento de abordar definitivamente esta situación. La asincronía entre los caminos que sigue la creación actual y los dispositivos institucionales para mostrar sus procesos y sus resultados genera averías y fallos en el sistema general de las artes visuales.
Resulta interesante analizar los vínculos entre la exagerada cantidad de exposiciones que se han dado en los últimos tiempos, probablemente como consecuencia de la germinación artificial de centros de arte y museos varios, y la universalidad de la crisis, entendida como burbuja, empacho y proceso diarreico. Quizá no sea casualidad que las consideraciones críticas sobre la abultada oferta de exposiciones y sobre los clichés expositivos que se utilizan surjan en un momento de duda sobre lo que nos han dicho que éramos o sobre la apariencia que tomaban las cosas incluso más allá de la economía. Porque en el fondo, el arte, o mejor dicho su “exposición”, nos ha dado también un buen reporte del desbocamiento del capital. Los “activos tóxicos”, el desajuste y el fraude, que no dejan de ser consecuencias del exceso, han estado igualmente presentes en las políticas de exhibición y divulgación de las artes, en su mercado y en su imagen “pública”, si es que es posible el deslinde de estos términos.
Pero más allá de que la crisis llegue o no a las orillas del arte, lo que nos lleva a advertir la necesidad de recalificar la idea de exposición es el hecho de que hay cosas que mostrar que no admiten las normas institucionales y que por tanto hay que mostrarlas de otra manera.
Abordar esta recalificación implica reconocer que existen fórmulas creativas cuyo objetivo no es hipotecarse en la consecución del éxito ni presentar la inmodestia como estilo. La creación y la búsqueda de esas fórmulas constituyen prácticas culturales que merecen un nuevo escenario de producción. Se trata ahora de que la política y la cultura sean capaces de ofrecer las herramientas adecuadas para sostenerlo.
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