Publicado en Mugalari, Gara 21/05/10
El panorama cambiante, el devenir de los acontecimientos, nos obliga a repensar constantemente nuestra situación en el mundo. Cuando el miedo adquiere valor de coordenada en ese contexto que intentamos hacer nuestro, aparecen síntomas de congelación, de bloqueo, y es entonces cuando un shock paraliza nuestra capacidad de reubicación. En ocasiones hemos visto esta parálisis en la actividad creativa como una circunstancia ligada a la falta de inspiración, de estímulos o de confianza en el sistema de relaciones que rige el mundo del arte, pero ese shock, cuya naturaleza puede ser muy diversa, puede llegar a describir mejor que cualquier otra propuesta artística un momento concreto, una trayectoria, una decisión vital o una conclusión.
Los asideros teóricos y formales en los que un día se cifró nuestro proyecto pueden desplazarse con el tiempo y pueden, con su desplazamiento, dejar temblando nuestra empresa y abatir en un sólo instante esa inexplicable (y socorrida) “necesidad interior” de la que echamos mano al hablar de nuestro trabajo creativo.
Hoy, al observar la actualidad en los medios, al mirar a nuestro alrededor e intentar a continuación el abordaje de un proyecto artístico, advertimos los síntomas de ese bloqueo y dudamos sobre la idoneidad de nuestras coordenadas. Pero ese síntoma, que es el temblor previo a la parálisis, es el principio de todo.
Michel De Certeau considera que cuando visualizamos grietas en el pensamiento, cuando podemos ver que nuestra forma de pensar no es igual al orden de la época, se modifica nuestra posición en el mundo: ya no somos los mismos. Y dice: "El suelo de nuestras seguridades tiembla a medida que se revela el hecho de no poder pensar más un pensamiento de ayer".
Quizá por ello en cada nuevo movimiento del trabajo del artista no solo tiemblan las seguridades, sino que tiembla toda su propuesta, todo su itinerario, todas sus ilusiones y sus certidumbres.
Al menos “temblar” implica movimiento.
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