Publicado en Mugalari, Gara 8/10/10
El hecho de que el concepto se manifieste en la propuesta artística desde una inmensa sencillez sigue resultando cautivador e insultante, fascinante y provocativo. La pieza “insonora” de Jonh Cage, 4´33´´ o la lata de sopa de Warhol (salvando las distancias, porque aquí también entran en juego los posicionamientos ideológicos), forman parte de la misma estirpe que el urinario de Duchamp. Se trata de ideas sencillas y complejas a la vez, emitidas para hacer saltar por los aires no sólo el gusto o la belleza, conceptos a los que todavía se agarran los juicios y los comentarios sobre el arte contemporáneo, sino la misma idea de genealogía artística, que resulta ser tan socorrida a la hora de explicar con argumentos aquellas piezas que se explican a sí mismas a través de su inmensa sencillez.
De otro lado, la complejidad que en ocasiones nos depara el mundo del arte nos sitúa ante auténticos retos. A veces las obras de arte nos emplazan ante una forma que es una idea, ante una idea que hay que cerrar, ante algo invisible que se explica con visiones y ante visiones que son relatos, sugerencias y nuevas maneras de relacionar el mundo con la vida. (¡Bendita complejidad cuando es la frivolidad la que tiende a convertirse en expresión de nuestro tiempo!).
Y así, cuando nos acercamos a la producción actual del arte e intentamos dejar atrás algunos tics de nuestra sociedad como son las prisas, la urgencia, el descreimiento y la pereza intelectual, nos vemos sometidos a una serie de exigencias que pasan por ser un requisito indispensable en el proceso de comunicación al que nos enfrentamos.
Nos vemos atrapados entre la inmensa sencillez, que en realidad encierra una gran complejidad, y la complejidad, que nos sacude ante la banalidad que nos rodea para reclamarnos una actitud o un posicionamiento concreto. Lo incoloro en el arte es un valor que resulta muy agradable de descubrir.
De otro lado, la complejidad que en ocasiones nos depara el mundo del arte nos sitúa ante auténticos retos. A veces las obras de arte nos emplazan ante una forma que es una idea, ante una idea que hay que cerrar, ante algo invisible que se explica con visiones y ante visiones que son relatos, sugerencias y nuevas maneras de relacionar el mundo con la vida. (¡Bendita complejidad cuando es la frivolidad la que tiende a convertirse en expresión de nuestro tiempo!).
Y así, cuando nos acercamos a la producción actual del arte e intentamos dejar atrás algunos tics de nuestra sociedad como son las prisas, la urgencia, el descreimiento y la pereza intelectual, nos vemos sometidos a una serie de exigencias que pasan por ser un requisito indispensable en el proceso de comunicación al que nos enfrentamos.
Nos vemos atrapados entre la inmensa sencillez, que en realidad encierra una gran complejidad, y la complejidad, que nos sacude ante la banalidad que nos rodea para reclamarnos una actitud o un posicionamiento concreto. Lo incoloro en el arte es un valor que resulta muy agradable de descubrir.
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