Publicado en Kultura, Gara 18/05/11
Todo lo que rodea a las campañas electorales es una fuente inagotable de datos sociológicos y estéticos. El marketing político ha llegado a convertirse en la política de partidos, en el discurso político mismo; las ideologías van siendo evacuadas poco a poco del lenguaje de las campañas electorales ante la llegada del slogan multiusos, que se estira y se contrae como un chicle que perdió su color y su sabor hace ya tiempo.
La imagen electoral funciona más allá de la marca, se solapa con la venta de otros productos, utiliza técnicas de fidelización a muy corto plazo y busca una participación blanda, como ser amigo en la red social o enviar un tweet.
A este respecto resulta interesante la evolución de los espacios electorales televisivos, incrustados en la programación como un spot comercial más, algo que en esta campaña confirma definitivamente el espectáculo que proporciona la banalización de la experiencia política. La ficción, el videoclip, la parodia forman parte del catálogo político y buscan nichos de mercado muy determinados.
Por otro lado, se exhiben los logos de diferentes redes sociales y de distintos sitios de internet junto a la marca de algunos partidos como si se tratase de un valor añadido, como una colección de certificados de modernidad y homologación tecnológica.
La producción artística actual mira cada vez más de frente al sujeto social, a la producción de imágenes en nuestra sociedad pero también al sentido que acompaña a estas imágenes en cada circunstancia. Así, “lo electoral” nos proporciona valiosos materiales para la divergencia cultural; en los medios, en la red, en la calle…
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