Publicado en Kultura, Gara 05/10/11
Los programas televisivos de entretenimiento que se
alimentan de grabaciones domésticas tienen en las caídas, tropiezos y porrazos
su principal material de edición. La concatenación de resbalones y desatinos
nos sitúan como espectadores en una inesperada cuerda floja de emociones. Entre
la carcajada y la compasión se abre un momento travieso y adictivo que espera
con ganas el siguiente traspiés mientras se teme por sus resultados. Nos
preguntamos por la suerte de los desafortunados protagonistas y por la
indecente actitud del cámara que se regocija en el daño ajeno y que antepone la
grabación a la ayuda.
Una fácil traslación de este tipo de situaciones al terreno de la educación, del arte y la cultura tomaría la caída como la acción principal sobre la cual pivotarían las demás operaciones. Pero es sin embargo el show, el espectáculo (una vez más), el gran contenedor de estas situaciones. Lo es también la mediación sobre las imágenes, que multiplica la eficacia de dicho espectáculo. Y es nuestra mirada, educada en las formas del espectáculo, la que indefectiblemente cierra y da sentido al proceso.
familia viendo "videos de primera" |
Una fácil traslación de este tipo de situaciones al terreno de la educación, del arte y la cultura tomaría la caída como la acción principal sobre la cual pivotarían las demás operaciones. Pero es sin embargo el show, el espectáculo (una vez más), el gran contenedor de estas situaciones. Lo es también la mediación sobre las imágenes, que multiplica la eficacia de dicho espectáculo. Y es nuestra mirada, educada en las formas del espectáculo, la que indefectiblemente cierra y da sentido al proceso.
El espectáculo de la demolición de la educación y
de la cultura comenzó hace ya tiempo, caída tras caída. La crisis no es la
responsable sino su mediación, un perfecto dispositivo de voladura controlable
mediante las imágenes. La emisión televisual de la crisis nos devuelve al lugar
del espectador, pero ya no hay emoción posible, ni carcajada, ni compasión,
sino un silencio frío y aterrador. Transformarlo en un nuevo material sensible,
darle forma de antagonismo, es dar sentido a la educación y a la cultura.
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