Publicado en Kultura, Gara 8/08/12
El campo del
arte, el conjunto de vivencias y experiencias que da sentido y contenido al
entramado artístico, es un buen aliado del error. Como práctica experimental,
el arte provoca desplazamientos de significado y abre vías inesperadas en lo
sensible. A veces no se trata tanto de un descubrimiento como de una sugestión.
Quizá por ello, la especificidad de la enseñanza artística ha de plantear
siempre emboscadas al pensamiento organizado para poder extraer nuevos dilemas
sobre los que seguir trabajando. En el proceso de aprendizaje, aquellos
contenidos inclasificables que se generan por error se convierten en saberes
específicos, en contenidos propios del arte.
Los errores siempre han guiado la evolución, también
en el arte, ya que la perfección no ofrece ningún incentivo para la mejora.
Como ha ocurrido con todas las tecnologías, la digital ha
posibilitado un enorme terreno de exploración: virus, incompatibilidades,
ruidos y distorsiones de todo tipo que provocan nuevas formas expresivas. El
error en la lectura digital del audio (glitch) produjo nuevas influencias que
se filtraron en todos los géneros musicales. La lectura digital de la imagen
también provoca dislocaciones; ya no se trata de la nieve televisiva sino de
píxeles que se quedan atragantados en la pantalla y que sugieren una nueva
estética. El empuje de los videojuegos y su vasto territorio de experimentación
no ha pasado desapercibido para los creadores, que han visto en la anomalía un
elemento diferenciador con respecto a otras formas de narración.
Sin duda, el título de
esta columna debería haber llevado “h”.
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