La dimensión histórica del arte nos provee siempre de elementos para valorar la circunstancia actual. Saber de dónde venimos y qué llevamos en nuestra mochila cultural resultan ser datos fundamentales para conocer nuestra ubicación. La especulación sobre nuestro destino, el “a dónde vamos”, se lo hemos de encomendar a una vanguardia comprometida con su tiempo, o mejor dicho, comprometida con su futuro.
Al
visitar una exposición como la del “EquipoCrónica” en el Museo de Bellas Artes de Bilbo (hasta mayo), no puede
pasarse por alto su peso político y su significado en el relato histórico del
arte en el Estado español. Tras la plúmbea introspección que había supuesto el
informalismo de El Paso y el trabajo de artistas como Tapies o el propio
Chillida, los artistas de finales de los sesenta empiezan a salir a la calle y
a entender el mundo que les rodea: la industrialización incipiente (máquinas, coches,
electrodomésticos), el turismo como clave del desarrollo y una asfixia política
que resulta ser tan cruel como absurda.
“Equipo Crónica”, grupo fundado en 1964 por tres artistas valencianos,
Rafael Solbes (1940-1981), Manuel Valdés (1942) y Joan Antoni Toledo
(1940-1995), quien abandonaría el grupo a los pocos meses, estuvo activo hasta
1981 y supuso no solo un cambio de rumbo temático y formal sino también un
experimento, “un grupo de trabajo, con
métodos colectivos y fines supraindividuales”, tal como explican en su
manifiesto de 1965.
Al
calor del pop y de la llamada nueva figuración, el grupo se dio a conocer por
el uso de tintas planas, la articulación de trabajos en series, el uso de
imágenes procedentes de los medios de comunicación y la apropiación crítica de
referentes de la historia y del arte. La completa exposición que presenta el
Museo de Bilbo se articula en base a un recorrido expositivo que, además de
acercarnos la obra de este hito ineludible que fue el Equipo Crónica, nos habla
también de cómo el contexto sociopolítico incide en la creación artística.
Decíamos que la perspectiva de futuro se ha de solicitar a un arte
comprometido con su tiempo. La Sala
Rekalde de Bilbo presenta la exposición "helARTE es morirse de
frío" de Laurita Siles (Málaga, 1981), cuya producción
artística ha prestado siempre especial atención al lenguaje del folklore
popular. La obra que presenta en Rekalde forma parte de un proyecto audiovisual
llevado a cabo en tres localizaciones: Bizkaia, su lugar de residencia,
Marbella, su lugar de origen e Islandia, en donde ha trabajado recientemente. Los
vídeos de carácter documental, giran en torno a la expresión "helARTE es
morirse de frio", un recurrente juego de palabras que sirve para analizar
la situación de los creadores y creadoras del territorio.
Mutur Beltz, otro de sus proyectos, está protagonizado por las ovejas karranzanas de
cara negra y que la artista une con el refrán islandés “Neyðin kennir naktri
konu að spinna”, que en castellano quiere decir: “La necesidad enseña a la
mujer desnuda a hilar”, tejiendo así materiales, vivencias y significados. El
despliegue se completa con una selección de dibujos, bocetos y piezas de lana con
las que la autora realizó una acción junto a Joseba Edesa el día de la
inauguración.
Esta crónica del frío artístico actual bien
podría dialogar con la muestra del “Equipo crónica” para hacernos entender la
necesaria implicación del arte con su tiempo.
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