Collage de Linder Sterling |
Quizá la característica más destacable de esa nueva territorialidad de las artes que tiene como bandera la hibridez y la fusión de las disciplinas, sea la incorporación del sonido y de la música en los procesos creativos.
Pero el artífice de esta situación no es solo el
papel que juega el audiovisual y la tecnología en las nuevas propuestas
artísticas, también lo es el modo en que las exposiciones tienden a abrirse en sus
propuestas, tienden a mostrar contextos creativos, épocas, generaciones, grupos
recientes y movimientos sociales o culturales en los que nunca hubo dicha
separación de las artes. Este giro, esta apertura que se ha venido dando en las
formas del mostrar y del exponer, nos proporciona una amplitud de miras y un
ensanchamiento del concepto de cultura; pero por otro lado conlleva nuevas
exigencias relativas a la articulación de los materiales que se presentan con
otro tipo de elementos textuales, intelectuales y afectivos. Cuestiones que conciernen
a la exposición como espacio de representación, pero también como herramienta
de conocimiento. Pero sobre todo añade una responsabilidad extra a esa labor
denominada “comisarial”.
La exposición “Sonic Youth: Sensational Fix”, que
llevó a cabo el Centro Dos de Mayo de Móstoles hace algún tiempo, supuso una
interesante ejemplo de cómo mostrar la faceta multidisciplinar de este grupo
musical y de su total identificación con la vanguardia artística. En el mismo
centro de arte se presenta ahora “Punk. Sus rastros en el arte contemporáneo”,
una exposición que recorre la influencia de este movimiento contracultural en
el arte, intentando establecer una genealogía que llegue hasta nuestros días.
Tiempo habrá de referirse a ella cuando llegue a Artium de Gasteiz a finales de
octubre.
Desde una perspectiva mucho más local, “Rockomikiak binetak & doinuak”, que tuvo una primera
versión en el Koldo Mitxelena de Donostia, llega ahora a Oihaneder euskararen
etxea, el embrión del Gasteizko Kafe Antzokia en Montehermoso de Gasteiz. La
muestra que permanecerá hasta el 3 de Mayo, quiere poner en valor la cultura surgida
en las décadas de los 80 y 90 a través de la música, las palabras y las
imágenes. En esta versión mejorada de la exposición, además de dar a conocer un
interesante material de archivo, se busca la implicación del visitante, con zonas
de lectura, espacios de creación de fanzines (con facsímiles que pueden ser
fotocopiados, grapados, etc.), además de varios talleres y seminarios. Asimismo
se han buscado cómplices y se ha trabajado conjuntamente con colectivos
impulsores de la cultura de aquella época intentando establecer un vínculo vivo
que no se plegase al cliché de la exposición conmemorativa o nostálgica. Entre
otros, la exposición cuenta con la colaboración de TMEO, la Fundación Sancho el
Sabio, Hala Bedi Irratia y The Arlotes.
Muy distinta es la exposición “Hauspo bidaiaria / El
fuelle viajero”, un recorrido por la carrera del productor y músico Kepa
Junkera desde los 80 hasta la actualidad que puede verse en “Az Azkuna Zentroa” también hasta el 3
de mayo. Partiendo de su importante bagaje musical, la muestra se sustenta en
los objetos acumulados por el autor como trikitrixas, panderos y txalapartas, así como en testimonios y
vivencias en torno a él y su trabajo. Una exposición en el que el aspecto
divulgativo prevalece sobre otras cuestiones para ofrecer un retrato expandido
del músico de Bilbo.
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