Publicado en 7ka, 20/09/15
En Diciembre de 1981 el crítico norteamericano René Ricard publica en la
revista Artforum un artículo titulado “The radiant child”. El texto, en el que
se refiere a varios artistas para hacer un atinado repaso a la escena artística
de comienzos de los ochenta, se centra de modo especial en la fuerza de un
joven pintor que sabe trazar con solvencia el viaje que va del graffiti callejero
hacia otro tipo de pintura. Una pintura de estilo nuevo y salvaje. Hasta
entonces, dicha traslación no había tenido el éxito anunciado y se apreciaba
cierta ansiedad por descubrir actitudes, autores y obras que confirmasen dicha
posibilidad para el agitado mercado del momento. Los elegidos serán artistas
como Kenny Scharf o Keith Haring, que ya tenían cierto nombre, pero sobre todo Jean
Michel Basquiat, un joven radiante y cautivador.
Algunas de las frases de este histórico texto de Ricard se incluyen en la
película “Basquiat”(1996), dirigida por el pintor Julian Schnabel y que repasa
la breve y agitada vida de este singular y multifacético artista de ascendencia
haitiana y personalidad rebelde. El artículo “The radiant child”, dará asimismo
título a un magnífico documental estrenado en 2010 y dirigido por Tamra Davis que
complementa a la perfección el film de Schnabel.
La especial amistad de Basquiat con Warhol, sus andanzas y desplantes, reforzados
con importantes rastros audiovisuales como los comentados, han venido a asentar
el mito de este artista que vivió rápido, que triunfó de manera espectacular y
que murió a la edad de veintiocho años dejando tras de sí un modo de hacer inconfundible
y un predicamento como pocos. Un artista que utilizaba una corona como
distintivo y que incrustaba de modo satírico la “c” de “copyright” tanto en sus
“tags” callejeros como en sus enormes lienzos.
De modo que coinciden en el museo Guggenheim de Bilbo dos autores de los
ochenta, como son Koons y Basquiat, que, aún siendo completamente diferentes si
no opuestos en sus planteamientos y actitudes, describen a la perfección la
época en que triunfaron: unos años de efervescencia creativa y desbocamiento
generalizado del mercado que todavía resuenan en el panorama actual del arte.
La exposición “Jean-Michel Basquiat: Ahora es el momento” (hasta noviembre),
muestra un centenar de pinturas de gran formato y dibujos de este niño terrible
del arte, provenientes de diversos museos y colecciones particulares.
La muestra se estructura en ocho secciones que van desde la “La calle como
estudio” o “Héroes y santos”, que reflejan su primera etapa, hasta su intensa y
prolífica relación con Warhol y su círculo más estrecho en donde conocerá todo el
glamour del sistema artístico, pero también una crudeza difícil de soportar.
“Sampling y scratching. Música, palabras y collage”, es un interesante
apartado en el que vemos cómo el artista se sumergía con igual intensidad en el
arte elevado y en el graffiti; cómo se inspiraba de igual modo en el jazz, en
el rap, el punk o en la cultura popular. Basquiat era un ser ávido de estímulos
y se nutría tanto de los libros de medicina como de los cómics, trasladando toda
esta complejidad a obras rebosantes de capas, de estratos y sedimentos en los
que se amalgamaba la cultura contemporánea, la divergencia política, así como malestares
de todos los colores.
En apenas diez años de actividad artística este “niño radiante” nos dejó
mucho que ver, mucho que hablar y mucho que pensar. Es lo que se pide a un
artista.
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