Publicado en 7ka, 11/10/15
Buena parte del debate contemporáneo sobre políticas culturales se centra en el intento de armonizar contenedores y contenidos. Pero este par, que se nos aparece habitualmente como conflictivo, puede dar lugar a nuevos enfoques, posiciones o solapamientos. En el arte, el contenedor puede ser el contenido, fundiendo o solidificando la forma y el fondo; mientras que en la teoría cultural el contenido puede ser un contenedor de nuevas propuestas, susceptibles de cobrar forma.
Algo de todo esto sucede en dos propuestas que
encontramos para el mes de octubre.
Las relaciones entre el cine, la ciudad moderna y
la arquitectura se asientan en los orígenes del cinematógrafo, al final del siglo
XIX. La representación cinematográfica de los entornos urbanos y
arquitectónicos ha generado siempre nuevas formas de producción de imágenes. De
otro lado, las herramientas del cine, con todo su potencial estético, ha
propiciado el interés de la arquitectura en el cine. Es precisamente en las alianzas
y en las inspiraciones reciprocas que surgen entre la arquitectura y el cine en
aquello que se centra el ciclo “Arquitecturas:
lenguajes fílmicos”, que presenta una nueva edición durante el mes de
octubre y que se celebra a caballo entre Cristina Enea y Tabakalera de Donostia.
Bajo el título “Pensar sin barandillas” este evento analiza las relaciones entre
los poderes simbólicos, políticos y económicos que surgen en la intersección de
cine, espacio público y arquitectura. Cuatro interesantes sesiones que incluyen
proyecciones y debates con la presencia de Antoni Muntadas
y las próximas de David Caralt (días 14 y 15), Dean Mcnell (21 y 22) y Mar
Villaespesa (28 y 29).
En estas jornadas, el contenido salta de la
pantalla a la arquitectura y viceversa. El contenedor arquitectónico se pliega
al contenido cinematográfico y vemos asimismo cómo el cine se convierte en
contenedor de arquitecturas y espacios de reflexión.
La exposición “Matriz”,
de Iago Rey de la Fuente (hasta el 23 de Octubre en BilbaoArte), también toma
como punto de partida la idea de contenedor. El autor se enfrenta en primer
lugar a la idea de embalaje o de caja desde posiciones escultóricas. “El objetivo es subvertir la relación
contenedor-continente que a lo largo de la historia y sobre todo en el contexto
del arte se ha mantenido. Tomar la noción de caja, de embalaje de obra y
reflexionar sobre su concepción formal, conceptual y simbólica”.
Los desenlaces de este trabajo (“Piezas - caja”)
siguen dando frutos, pero el proyecto expositivo de Iago Rey para Bilbaoarte aborda
además una nueva vía de exploración. En esta segunda fase (“Matriz”), las piezas
abandonan toda relación con las terceras obras que le servían de referencia;
ahora la forma no se relaciona con ninguna función concreta y entra en territorios
de indeterminación. Las diferentes obras que dan lugar a esta nueva extensión
del proyecto tienen precisamente su razón de ser como consecuencia de haberse
liberado de una “forma molde”. La horma, el recipiente, el encofrado que usa el
autor, provoca en ocasiones resultados azarosos que inscriben en la obra el
proceso con la marca del tiempo. Se trata de piezas rotundas, en las que la
idea de cimiento o de estructura está muy presente; es la expresión de una
economía de sentido que choca con la meticulosidad y al acabado de las “piezas
– caja”, pero con las que compone una secuencia tan lógica como eficaz.
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